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martes, 9 de julio de 2013

Lo que esperamos - Oliverio Girondo


Tardará, tardará.
Ya sé que todavía
los émbolos,
la usura,
el sudor,
las bobinas
seguirán produciendo,
al por mayor,
en serie,
iniquidad,
ayuno,
rencor,
desesperanza;
para que las lombrices con huecos portasenos,
las vacas de embajada,
los viejos paquidermos de esfínteres crinudos,
se sacien de adulterios,
de diamantes,
de caviar,
de remedios

Ya sé que todavía pasarán muchos años
para que estos crustáceos
del asfalto
y la mugre se limpien la cabeza,
se alejen de la envidia,
no idolatren la seña,
no adoren la impostura,
y abandonen su costra
de opresión,
de ceguera,
de mezquindad,
de bosta.

Pero, quizás, un día,
antes de que la tierra se canse de atraernos
y brindarnos su seno,
el cerebro les sirva para sentirse humanos,
ser hombres,
ser mujeres,
-no cajas de caudales
ni perchas desoladas-,
someter a las ruedas,
impedir que nos maten,
comprobar que la vida se arranca y despedaza
los chalecos de fuerza de todos los sistemas;
y descubrir, de nuevo, que todas las riquezas
se encuentran en nosotros y no bajo la tierra.

Y entonces…
¡Ah! ese día
abriremos los brazos
sin temer que el instinto nos muerda los garrones,
ni recelar de todo,
hasta de nuestra sombra;
y seremos capaces de acercarnos al pasto,
a la noche,
a los ríos,
sin rubor,
mansamente,
con las pupilas claras,
con las manos tranquilas;
y usaremos palabras sustanciosas,
auténticas;
no como esos vocablos erizados de inquina
que babean las hienas al  instarnos al odio,
ni aquellos que se asfixian
en estrofas de almíbar
y fustigada clara de huevo corrompido;
sino palabras simples,
de arroyo,
de raíces,
que en vez de separarnos
nos acerquen un poco;
o mejor todavía,
guardaremos silencio
para tomar el pulso a todo lo que existe
y vivir el milagro de cuanto nos rodea,
mientras alguien nos diga,
con una voz de roble,
lo que desde hace siglos
esperamos en vano.

Balada del Boludo - Isidoro Blaistein

Por mirar el otoño 
Perdía el tren del verano 
usaba el corazón en la corbata 
se subía a una nube, 
cuando todos bajaban.

Su madre le decía:
no mires las estrellas para abajo 
no mires la lluvia desde arriba 
no camines las calles con la cara, 
no ensucies la camisa; 
no lleves tu corazón bajo la lluvia, 
que se moja 
no des la espalda al llanto 
no vayas vestido de ventana 
no compres ningún tílburi en desuso.
Mirá tu primo el recto que duerme por las noches.
Mirá tu primo el justo que almuerza y se sonrie.
Mirá tu primo el probo puso un banco en el cielo, 
tu cuñado el astuto que ahora alquila la lluvia 
tu otro primo el sagaz que es gerente en la luna.
Tienes razón, mamá, 
dijo el boludo, 
y se bebió una rosa.
No seré más boludo,
y se bajó del viento
Seré astuto y zahorí. 
y dio vuelta una estrella para abajo.
Y se metió en el subte 
y quedaron las gaviotas.
Entonces vinieron los parientes ricos y le dijeron:
Eres pobre, pero ningún boludo.
Y el boludo fue ningún boludo, 
y quemaba en las plazas las hojas que molestan en otoño
Y llegó fin de mes cobró su primer sueldo 
y se compró cinco minutos de boludo
Entonces vinieron las fuerzas vivas y le dijeron:
Has vuelto a ser boludo 
Boludo seguirás siendo el mismo boludo de siempre
Debes dejar de ser boludo Boludo
Y, medio boludo, 
con esos cinco minutos de boludo dudaba entre ser ningún boludo
o seguir siendo boludo para siempre.
Dudaba como un boludo.
Y subió las escaleras para abajo 
hizo un hoyo en la tierra 
miraba las estrellas.
La gente le pisaba la cabeza 
le gritaba, boludo.
Y él seguía mirando a través de los zapatos 
como un boludo.
Entonces vino un alegre y le dijo: / boludo alegre.
Vino un pobre y le dijo: / Pobre boludo.
Vino un triste y le dijo: / Triste boludo.
Vino un pastor protestante y le dijo: / Reverendo boludo.
Vino un cura catolico y le dijo: / Sacrosanto boludo.
Vino un rabino judío y le dijo: / Judío boludo.
Vino su madre y le dijo: / hijo, / no seas boludo.
Vino una mujer de ojos azules y le dijo: / Te quiero.

http://www.youtube.com/watch?v=sAhdtHU9JNg (esta es una hermosa versión en audio)

miércoles, 1 de mayo de 2013

"Un raro acto de cordura" - Eduardo Galeano


En 1998, Francia dictó la ley que redujo a treinta y cinco horas semanales el horario de trabajo.

Trabajar menos, vivir más: Tomás Moro lo había soñado, en su Utopía, pero hubo que esperar cinco siglos para que por fin una nación se atreviera a cometer semejante acto de sentido común.
Al fin y al cabo, ¿para qué sirven las máquinas, si no es para reducir el tiempo de trabajo y ampliar nuestros espacios de libertad? ¿Por qué el progreso tecnológico tiene que regalarnos desempleo y angustia?
Por una vez, al menos, hubo un país que se atrevió a desafiar tanta sinrazón.
Pero poco duró la cordura. La ley de las treinta y cinco horas murió a los diez años.

martes, 30 de octubre de 2012

29° ANIVERSARIO DE LA RECUPERACIÓN DE LAS URNAS


RAUL RICARDO ALFONSÍN: el señor de la primavera (a 29 años de la recuperación democrática)



Por Elena Mentasti

Del año 83’ preservo, a pesar del paso de los años, la tibieza que poco a poco se nos fue instalando  en la piel, tibieza que se volvió estallido y nos invadió con desmesura en la soleada mañana del 10 de diciembre de ese año.
Guardo en el alma la voz de este abogado bonaerense de indiscutido liderazgo que, rezando el Preámbulo de la Constitución, nos convocaba a la celebración de la vida.
Alfonsín fue  por sobre todas las cosas un presidente que logró instaurar la primavera en nuestras almas.
Alfonsín nos devolvió la capacidad de amar el compromiso, nos alentó para que los que recién nacíamos a la vida cívica nos enamoráramos de la política y de la militancia, y a los más viejos los reconcilió con ese antiguo amor que habían acallado los dictadores.
Alfonsín nos anunciaba, como en aquel monólogo memorable de Sacristán en el film “Solos en la madrugada” que “a partir de ahora y aunque sigamos siendo igual de minusválidos vamos a intentar luchar por lo que creemos que hay que luchar, por la libertad, por la felicidad…”
Alfonsín nos impulsaba a inaugurar una ardua batalla contra el miedo, aquel miedo construido lenta y pacientemente en la noche de la anomia y el horror. Por la puerta abierta de la democracia se colaron también en el aire, los versos de un tiempo nuevo, las voces de la victoria de la vida sobre la muerte, la música de la hermandad latinoamericana.
Alfonsín hablaba y se nos inflamaba el corazón de poesía y de sueños que acompañaban nuestras embriagadas almas en marchas y manifestaciones, como queriendo hacerle el aguante a tanto sueño apurado por ver la luz.
Después, los años y las dificultades de una realidad que se fue ensombreciendo en su complejidad nos llenaron de escepticismo, nos lavaron los sueños, nos despojaron de la noción de “nosotros” y nos depositaron en esta tierra en la que abundan los soliloquios.
El 30 de octubre de 1983 muchos fuimos los que inauguramos nuestra condición ciudadana y acariciamos casi con incredulidad aquel sobrecito que depositamos en urnas que hasta hacía bien poco nos decían que seguirían bien guardadas.
Imposible olvidar los aromas de aquella primavera, una primavera que inexorablemente tiene un rostro y una voz, un sello de identidad, que lo amarra a ese hombre que, afortunadamente, los argentinos pudimos reivindicar en su condición de demócrata incurable, honesto y cabal (que en política no es poco decir): RAUL RICARDO ALFONSÍN. 

miércoles, 26 de septiembre de 2012

MIGUEL DELIBES - Hombre de palabras...



Soy como los árboles, crezco donde me plantan, hasta tal punto que si un día me alejaran de Castilla no acertaría a vivir.
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Quienes nos dedicamos a la narración, a construir historias de hombres, paisajes y pasiones de acuerdo con la fórmula que reiteradamente hemos puesto de manifiesto, respondemos mejor al título de hombres de palabras que al más convencional de hombres de letras.
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Debo confesar una limitación: siempre he escrito de oído, con la regla y el estilo de aquéllos a quienes previamente he escuchado para luego cederles la palabra.
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Don Miguel de Cervantes Saavedra no ha enmudecido, su palabra sigue viva a través del tiempo, de acuerdo con el anhelo de inmortalidad que mueve la mano y el corazón del artista.
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Si la vida siempre es breve, tratándose de un narrador, es decir de un creador de otras vidas, se abrevia todavía más, ya que éste antes que su personal aventura, se enajena para vivir las de sus personajes. 
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Pasé la vida disfrazándome de otros, imaginando, ingenuamente, que este juego de máscaras ampliaba mi existencia, facilitaba nuevos horizontes, hacía aquélla más rica y variada. Disfrazarse era el juego mágico del hombre, que se entregaba fruitivamente a la creación sin advertir cuanto de su propia sustancia se le iba en cada desdoblamiento. La vida, en realidad, no se ampliaba con los disfraces, antes al contrario, dejaba de vivirse, se convertía en una entelequia cuya única realidad era el cambio sucesivo de personajes.
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En el mundo de la literatura todo es relativo. Hay obras de viejos verdaderamente "admirables" y otras que "no" debieron escribirse nunca. Entonces antes que a conservar la cabeza muchos años a lo que debo aspirar ahora es a conservar la cabeza suficiente para darme cuenta de que estoy perdiendo la cabeza. Y en ese mismo instante frenar, detenerme al borde del abismo y no escribir una letra más.

MIGUEL DELIBES - Perfiles


Escritor español (1920-2010).Ganador del Premio Príncipe de Asturias de las Letras (1982) y Premio Cervantes (1993) entre otros. Entre sus obras se destacan "La sombra del ciprés es alargada" , "Cinco horas con Mario", "Las ratas" "Los santos inocentes", "Las guerras de nuestros antepasados" o "El hereje" , algunas de las cuales han sido llevadas al cine.


Esta extraña mezcla de profesor y campesino, entre refinado y natural, cuya reposada voz puede explotar en una risotada, comunicativo y triste, vestido con cazadora, pantalón de pana y botas, enemigo del televisor y de las tertulias, es en los tiempos que corren una especie de guerrillero, un resistente. Es, indudablemente, un tipo inactual.[...] Es, en cierto modo, un outsider, un francotirador con un pie en su clase mientras la vapulea con el otro. A algunos les hubiera gustado que lo hiciera con los dos. Ligado a la burguesía vallisoletana por lazos familiares, profesor de Comercio, periodista, director y consejero de El Norte de Castilla, padre de siete hijos, fiel como un perro a su mujer, su ruptura no es aparatosa ni definitiva. Es un cazador de caza menor. Sus safaris duran un día. Por la noche le gusta tener metidos los pies en las zapatillas y poder leer al calor de la mesa camilla, en su casa del Paseo de Zorrilla. Ama lo rutinario. Siempre duerme en el mismo hotel cuando viaja a una ciudad y, a ser posible, en la misma cama. Dice que en él la fidelidad no tiene ningún valor. Pero todo esto con angustia. Encajado en su ciudad, en su familia, entre sus amigos, en el periódico, es íntimamente un desplazado. El mundo que abarca es, en sentido horizontal, la ciudad media de provincias y ese mundo exótico que comienza donde terminan las carreteras nacionales. En sentido vertical, es la clase media y campesina. Describe el drama cotidiano de la ciudad de provincias y el mundo arqueológico de los medios rurales.
César Alonso de los RíosConversaciones con Miguel Delibes. Madrid, Magisterio Español, 1971, pp. 16-18.

lunes, 24 de septiembre de 2012

ZITARROSA - Por Juan Sasturain



DIARIO PAGINA 12       


24-09-2012

En el aniversario de Guitarra negra, terrible maravilla.
Flaco y de negro, el cantor engominado,
–la guitarra cruzada sobre el pecho–
canta con voz de otro, tan derecho
y formal como el verso bien rimado.
Puntean ligerito, a su costado
violas conversadoras. Cuentan hechos
y deshechos de Stefanie, de Becho,
del fluvial loco Antonio, desvelado.
Y si le crece una dulce amargura,
al trovar por milonga el inventario
de males de amor y dictadura,
su negra bordona copa el escenario.
La voz de Zitarrosa: llama oscura
del canto verdadero y necesario.

miércoles, 19 de septiembre de 2012

Celebración de la fantasía. Eduardo Galeano (Micro-relato)



Fue a la entrada del pueblo de Ollantaytambo, cerca del Cuzco. Yo me había despedido de un grupo de turistas y estaba solo, mirando de lejos las ruinas de piedra, cuando un niño del lugar, enclenque, haraposo, se acercó a pedirme que le regalara una lapicera. No podía darle la lapicera que tenía, por que la estaba usando en no sé que aburridas anotaciones, pero le ofrecí dibujarle un cerdito en la mano.

Súbitamente, se corrió la voz. De buenas a primeras me encontré rodeado de un enjambre de niños que exigían, a grito pelado, que yo les dibujara bichos en sus manitas cuarteadas de mugre y frío, pieles de cuero quemado: había quien quería un cóndor y quién una serpiente, otros preferían loritos o lechuzas y no faltaba los que pedían un fantasma o un dragón.

Y entonces, en medio de aquel alboroto, un desamparadito que no alzaba mas de un metro del suelo, me mostró un reloj dibujado con tinta negra en su muñeca:

-Me lo mandó un tío mío, que vive en Lima -dijo

-Y anda bien -le pregunté

-Atrasa un poco -reconoció.

El hombre que contaba historias. Oscar Wilde (Micro-relato)



Había una vez un hombre muy querido de su pueblo porque contaba historias. Todas las mañanas salía del pueblo y, cuando volvía por las noches, todos los trabajadores del pueblo, tras haber bregado todo el día, se reunían a su alrededor y le decían:
-Vamos, cuenta, ¿qué has visto hoy?
Él explicaba:
-He visto en el bosque a un fauno que tenía una flauta y que obligaba a danzar a un corro de silvanos.
-Sigue contando, ¿qué más has visto? -decían los hombres.
-Al llegar a la orilla del mar he visto, al filo de las olas, a tres sirenas que peinaban sus verdes cabellos con un peine de oro.
Y los hombres lo apreciaban porque les contaba historias.
Una mañana dejó su pueblo, como todas las mañanas... Mas al llegar a la orilla del mar, he aquí que vio a tres sirenas, tres sirenas que, al filo de las olas, peinaban sus cabellos verdes con un peine de oro. Y, como continuara su paseo, en llegando cerca del bosque, vio a un fauno que tañía su flauta y a un corro de silvanos... Aquella noche, cuando regresó a su pueblo y, como los otros días, le preguntaron:
-Vamos, cuenta: ¿qué has visto?
Él respondió:
-No he visto nada.

El hombre que aprendió a ladrar. Mario Benedetti (Micro-relato)



Lo cierto es que fueron años de arduo y pragmático aprendizaje, con lapsos de desalineamiento en los que estuvo a punto de desistir. Pero al fin triunfó la perseverancia y Raimundo aprendió a ladrar. No a imitar ladridos, como suelen hacer algunos chistosos o que se creen tales, sino verdaderamente a ladrar. ¿Qué lo había impulsado a ese adiestramiento? Ante sus amigos se auto flagelaba con humor: "La verdad es que ladro por no llorar". Sin embargo, la razón más valedera era su amor casi franciscano hacia sus hermanos perros. Amor es comunicación.

¿Cómo amar entonces sin comunicarse?

Para Raimundo representó un día de gloria cuando su ladrido fue por fin comprendido por Leo, su hermano perro, y (algo más extraordinario aún) él comprendió el ladrido de Leo. A partir de ese día Raimundo y Leo se tendían, por lo general en los atardeceres, bajo la glorieta y dialogaban sobre temas generales. A pesar de su amor por los hermanos perros, Raimundo nunca había imaginado que Leo tuviera una tan sagaz visión del mundo.

Por fin, una tarde se animó a preguntarle, en varios sobrios ladridos: "Dime, Leo, con toda franqueza: ¿qué opinas de mi forma de ladrar?". La respuesta de Leo fue bastante escueta y sincera: "Yo diría que lo haces bastante bien, pero tendrás que mejorar. Cuando ladras, todavía se te nota el acento humano”.

martes, 18 de septiembre de 2012

LA SANGRE ES UN MAR INMENSO-Nicolás Guillén (poeta cubano)



La sangre es un mar inmenso
que baña todas las playas...

Sobre sangre van los hombres,
navegando en sus barcazas:
reman, que reman, que reman,
¡nunca de remar descansan!

Al negro de negra piel
la sangre el cuerpo le baña;
la misma sangre, corriendo,
hierve bajo carne blanca.

¿Quién vio la carne amarilla,
cuando las venas estallan,
sangrar sino con la roja
sangre con que todos sangran?

¡Ay del que separa niños,
porque a los hombres separa!
El sol sale cada día,
va tocando en cada casa,
da un golpe con su bastón,
y suelta una carcajada...

¡Que salga la vida al sol,
de donde tantos la aguardan,
y veréis cómo la vida
corre de sol empapada!

La vida vida saltando,
la vida suelta y sin vallas,
vida de la carne negra,
vida de la carne blanca,
y de la carne amarilla,
con sus sangres desplegadas. . .

¡Los niños, fascinados,
se van levantando,
y rodean a la madre,
que los abraza formando un grupo con ellos,
pegados a su alrededor. Continúa!:

Sobre sangre van los hombres
navegando en sus barcazas:
reman, que reman, que reman,
¡nunca de remar descansan!

Ay de quien no tenga sangre,
porque de remar acaba,
y si acaba de remar,
da con su cuerpo en la playa,
un cuerpo seco y vacío,
un cuerpo roto y sin alma,
¡un cuerpo roto y sin alma! . . .

domingo, 16 de septiembre de 2012

VÍCTOR JARA - "Yo no canto por cantar..." (Manifiesto)


PLEGARIA A UN LABRADOR - de VÍCTOR JARA

Levántate y mira la montaña 
de donde viene el viento, el sol y el agua. 
Tú que manejas el curso de los ríos, 
tú que sembraste el vuelo de tu alma. 

Levántate y mírate las manos 
para crecer estréchala a tu hermano. 
Juntos iremos unidos en la sangre 
hoy es el tiempo que puede ser mañana. 

Líbranos de aquel que nos domina 
en la miseria. 
Tráenos tu reino de justicia 
e igualdad. 
Sopla como el viento la flor 
de la quebrada. 
Limpia como el fuego 
el cañón de mi fusil. 
Hágase por fin tu voluntad 
aquí en la tierra. 
Danos tu fuerza y tu valor 
al combatir. 
Sopla como el viento la flor 
de la quebrada. 
Limpia como el fuego 
el cañón de mi fusil. 

Levántate y mírate las manos 
para crecer estréchala a tu hermano. 
Juntos iremos unidos en la sangre 
ahora y en la hora de nuestra muerte. 
Amén

TE RECUERDO AMANDA - de VÍCTOR JARA

Te recuerdo Amanda 
la calle mojada 
corriendo a la fábrica 
donde trabajaba Manuel. 
La sonrisa ancha 
la lluvia en el pelo 
no importaba nada 
ibas a encontrarte con él 
con él, con él, con él 
son cinco minutos 
la vida es eterna 
en cinco minutos 
suena la sirena 
de vuelta al trabajo 
y tú caminando 
lo iluminas todo 
los cinco minutos 
te hacen florecer. 

Te recuerdo Amanda 
la calle mojada 
corriendo a la fábrica 
donde trabajaba Manuel. 
La sonrisa ancha 
la lluvia en el pelo 
no importaba nada 
ibas a encontrarte con él 
con él, con él, con él 
que partió a la sierra 
que nunca hizo daño 
que partió a la sierra 
y en cinco minutos 
quedó destrozado 
suena la sirena 
de vuelta al trabajo 
muchos no volvieron 
tampoco Manuel. 

Te recuerdo Amanda 
la calle mojada 
corriendo a la fábrica 
donde trabajaba Manuel

MANIFIESTO - por VÍCTOR JARA

Yo no canto por cantar 
ni por tener buena voz, 
canto porque la guitarra 
tiene sentido y razón. 

Tiene corazón de tierra 
y alas de palomita, 
es como el agua bendita 
santigua glorias y penas. 

Aquí se encajó mi canto 
como dijera Violeta 
guitarra trabajadora 
con olor a primavera. 

Que no es guitarra de ricos 
ni cosa que se parezca 
mi canto es de los andamios 
para alcanzar las estrellas, 
que el canto tiene sentido 
cuando palpita en las venas 
del que morirá cantando 
las verdades verdaderas, 
no las lisonjas fugaces 
ni las famas extranjeras 
sino el canto de una lonja 
hasta el fondo de la tierra. 

Ahí donde llega todo 
y donde todo comienza 
canto que ha sido valiente 
siempre será canción nueva.