A
mediados de 1988 se sancionó la ley provincial N° 10.671. En ella se estableció
al 16 de septiembre como el día de los Derechos de los Estudiantes Secundarios.
Los autores del proyecto fueron los diputados Fernando Acedo, Marcelo Elías y
Horacio Ravenna de la Unión Cívica Radical.
Los mismos habían presentado en sesiones anteriores
un proyecto de declaración en que se instaba al gobierno nacional a tomar la
iniciativa, lo cual no prosperó. En aquella oportunidad, había estallado un
intenso debate en torno al sentido que debía tener la fecha. Los diputados
peronistas consideraban que su significado más importante estaba asociado al
golpe de Estado de 1955. En síntesis, desconfiaban de la propuesta radical
desde su identidad de peronistas, en tanto la asociación del 16 de septiembre
con un acontecimiento ocurrido durante la dictadura de alguna manera operaba
“desperonizando” el calendario. Hacia 1988, si bien el radicalismo mantenía la
presidencia de la Cámara, había perdido las elecciones de 1987 y la gobernación
estaba en manos
de Antonio Cafiero desde hacía pocos meses. La
disputa por la fecha entonces se inscribía en este nuevo escenario donde el
peronismo estaba recuperando su hegemonía y el radicalismo padecía la paulatina
pérdida de espacios de poder. Pero, además de esta disputa, luego zanjada –pues los diputados peronistas finalmente la
aprobaron con alguna modificación–, en los debates parlamentarios sobre la
norma propuesta puede entreverse otra, que responde más a una clave
generacional que partidaria. Los diputados radicales autores del proyecto de
ley habían sido parte del movimiento de juventudes políticas de los ochenta, y
en su retórica expresaban claramente este anclaje identitario. En sus discursos
en el recinto plantearon una categórica reivindicación de los jóvenes que
luchaban por el boleto estudiantil, al punto de hablar de “gesta heroica”.
Precisamente este será uno de los tópicos discutidos por otros oradores que no
eran “jóvenes” y que, si bien repudiaban lo ocurrido con los estudiantes
secundarios aquel 16 de septiembre de 1976, no ponderaban especialmente su
militancia. Algunos señalaron la necesidad de incluir en el recuerdo también a “muchos otros nombres
de dolor que esa guerra sucia ha dejado en las fuerzas armadas y en las de seguridad”
(Legislatura bonaerense, Cámara de Diputados, Diario de sesiones, año 1988, p.
1161). Otros, de minimizar la relevancia histórica de lo realizado por estos
jóvenes, sobre todo si la comparación se establecía con el golpe de 1955: “Pudo
ser heroica la gesta de los jóvenes de esa noche trágica, pero sin dudas cambió
los destinos de la República por mucho tiempo el 16 de septiembre de 1955”
(Legislatura bonaerense, Cámara de Diputados, Diario de sesiones, año 1988, p.
1165). Es notable que ninguno de los peronistas que hablaron haya señalado la
identidad política de los adolescentes de la
Noche de los Lápices, todos militantes de la Unión de Estudiantes Secundarios, que se
reivindicaba como una agrupación peronista. La condición juvenil emergía así como
otro parte aguas, transversal, en las identidades políticas. Fernando Acedo lo
expresó de forma explícita en la defensa de la iniciativa: “No está bajo ningún
punto de vista en nuestro ánimo introducir elementos irritativos, porque
atendiendo a la génesis de este proyecto surge virtualmente la unanimidad de
las fuerzas juveniles que trabajamos en común, con muchos esfuerzos, con muchos
sacrificios, en la época de la dictadura militar” (Cámara de Diputados, Diario
de Sesiones, 1988, p. 1162). Probablemente esta sea la explicación de por qué
desde el bloque radical surgiera un proyecto así, cuando tiempo atrás, por
iniciativa del ejecutivo nacional y con el apoyo de la mayoría legislativa
radical, se habían aprobado las llamadas leyes de Punto Final y Obediencia
Debida.
Ambas fueron los instrumentos jurídicos a través de
los cuales se intentaba clausurar el tratamiento judicial de las cuestiones
vinculadas con las violaciones a los derechos humanos sucedidas durante la
dictadura y dar por terminada la historia.
En definitiva, lo que expresaba aquel debate
bastante virulento sobre una ley de apenas dos artículos era una disputa en
torno al pasado que ponía en juego las identidades políticas, tanto para los
radicales, como para –y sobre todo– los peronistas, ya que actualizaba, ahora
en el terreno de la memoria, las confrontaciones entre los distintos sectores
que habían tenido lugar pocos años antes.
El acuerdo sobrevino cuando lograron una redacción
que dejaba tranquilos a todos: al texto original, donde se instituía al 16 de
septiembre como Día del Estudiante Secundario, se agregó la referencia al año,
es decir, se aclaró que se refería al de 1976, lo que condujo a una redacción
equívoca en tanto limitaba la institucionalización del día a esa fecha particular,
es decir, sería una ley con efecto retroactivo.
En
1996 surgía el proyecto de la diputada María Luisa Kugler, donde se propuso
denominar los jardines del Ministerio de Obras Públicas como “Jardines de los
derechos humanos”, en recordación de la acción de los estudiantes secundarios
desaparecidos el 16 de septiembre de 1976.
Pocos
meses después, la bancada de senadores del FREPASO presentó una nueva
iniciativa proponiendo la modificación de la Ley 10.671, que instituye el Día
de los Derechos del Estudiante
Secundario.
Se sancionó en 1997 y lleva el número de Ley 12.030. Las diferencias no son
sustanciales, lo destacable es que se corrigió el error de redacción de la
anterior, producto del intenso debate que ya hemos expuesto aquí, quitándose el
año a la fecha en que se instituye el día.
La indicación de ese dato se incorpora en el
segundo artículo. Lo nuevo es el inciso c), donde se establece que la Dirección
General de Escuelas deberá permitir a los centros de estudiantes realizar las
actividades que consideren en relación con sus derechos como estudiantes
secundarios
También
ese año, el Ministerio de Educación de la Nación, a cargo de Susana Decibe,
redactó una resolución incorporándolo al calendario escolar a nivel nacional.
Finalmente,
en el año 2006, al cumplirse treinta años de la
Noche de los Lápices, un decreto presidencial de Néstor Kirchner lo
instituyó como “Día Nacional de la Juventud”. Casi veinte años después, se
cumplía el deseo de aquellos tres jóvenes diputados radicales que en el primer borrador
de la ley instaban al gobierno nacional a tomar la misma iniciativa.
En “Los relatos de la Noche de
los Lápices. Modos de narrar el pasado reciente” por Sandra Raggio
UNLP- Fahce -La Plata,
Argentina. 2011