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martes, 30 de octubre de 2012

29° ANIVERSARIO DE LA RECUPERACIÓN DE LAS URNAS


RAUL RICARDO ALFONSÍN: el señor de la primavera (a 29 años de la recuperación democrática)



Por Elena Mentasti

Del año 83’ preservo, a pesar del paso de los años, la tibieza que poco a poco se nos fue instalando  en la piel, tibieza que se volvió estallido y nos invadió con desmesura en la soleada mañana del 10 de diciembre de ese año.
Guardo en el alma la voz de este abogado bonaerense de indiscutido liderazgo que, rezando el Preámbulo de la Constitución, nos convocaba a la celebración de la vida.
Alfonsín fue  por sobre todas las cosas un presidente que logró instaurar la primavera en nuestras almas.
Alfonsín nos devolvió la capacidad de amar el compromiso, nos alentó para que los que recién nacíamos a la vida cívica nos enamoráramos de la política y de la militancia, y a los más viejos los reconcilió con ese antiguo amor que habían acallado los dictadores.
Alfonsín nos anunciaba, como en aquel monólogo memorable de Sacristán en el film “Solos en la madrugada” que “a partir de ahora y aunque sigamos siendo igual de minusválidos vamos a intentar luchar por lo que creemos que hay que luchar, por la libertad, por la felicidad…”
Alfonsín nos impulsaba a inaugurar una ardua batalla contra el miedo, aquel miedo construido lenta y pacientemente en la noche de la anomia y el horror. Por la puerta abierta de la democracia se colaron también en el aire, los versos de un tiempo nuevo, las voces de la victoria de la vida sobre la muerte, la música de la hermandad latinoamericana.
Alfonsín hablaba y se nos inflamaba el corazón de poesía y de sueños que acompañaban nuestras embriagadas almas en marchas y manifestaciones, como queriendo hacerle el aguante a tanto sueño apurado por ver la luz.
Después, los años y las dificultades de una realidad que se fue ensombreciendo en su complejidad nos llenaron de escepticismo, nos lavaron los sueños, nos despojaron de la noción de “nosotros” y nos depositaron en esta tierra en la que abundan los soliloquios.
El 30 de octubre de 1983 muchos fuimos los que inauguramos nuestra condición ciudadana y acariciamos casi con incredulidad aquel sobrecito que depositamos en urnas que hasta hacía bien poco nos decían que seguirían bien guardadas.
Imposible olvidar los aromas de aquella primavera, una primavera que inexorablemente tiene un rostro y una voz, un sello de identidad, que lo amarra a ese hombre que, afortunadamente, los argentinos pudimos reivindicar en su condición de demócrata incurable, honesto y cabal (que en política no es poco decir): RAUL RICARDO ALFONSÍN.