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viernes, 31 de agosto de 2012

¿Cuáles son los momentos del día más creativos? DIARIO LA NACIÓN 31/08/2012



Mientras dormimos, después de la siesta o al despertarse, suelen aparecer ideas; cuando el cerebro está "desconectado", sigue procesando información y aporta soluciones
Por Mariana Israel  | Para LA NACION Viernes 31 de agosto de 2012 | 03:23



La creatividad no es un "poder sobrenatural", ni un privilegio de un puñado de iluminados, como Steve Jobs o Mark Zuckerberg. Generar ideas innovadoras es una habilidad que puede potenciarse.
El primer paso es alejarse del problema. Así como un pintor tiene que tomar distancia para admirar su obra completa, hay que ver el tema en cuestión desde distintas aristas para que surjan ideas creativas.
El segundo paso es relajarse."Muchos creativos reportan que tienen ideas nuevas cuando no están pensando en nada", afirma el doctor Facundo Manes, director del Instituto de Neurociencias de laUniversidad Favaloro y del Instituto de Neurología Cognitiva de Buenos Aires (Ineco).

Es frecuente que la creatividad aflore en momentos inesperados, cuando la mente se relaja. "Cuando el cerebro está offline, sigue procesando información", agrega Manes. "Hay un procesamiento interno que no siempre es consciente. Por eso, la respuesta surge en los momentos menos pensados, a pesar de que estemos haciendo otras cosas", coincide la licenciada María Aranguren, psicóloga y becaria del Conicet.
El doctor Esteban Mongiello, psicólogo del equipo de Adineu (Asistencia, Docencia e Investigación en Neurociencia), plantea que "se producen múltiples procesos en vastas redes neuronales que tejen nuevas asociaciones en el cerebro".
Steve Jobs lo dijo: "La creatividad consiste simplemente en conectar cosas". Si es así, entonces, ¿hay situaciones que favorezcan estas "conexiones" cerebrales?
LOS MEJORES MOMENTOS PARA CREAR
1. Al soñar despiertos. Un estudio liderado por la doctora Kalina Christoff, de la Universidad de Columbia Británica, sugiere que soñar despierto recrea un estado mental único, en el cual dos sistemas cerebrales opuestos trabajan en conjunto. Estas "nuevas asociaciones" favorecen el pensamiento creativo y original.
2. Mientras dormimos. Manes explica que, mientras dormimos, "repasamos los eventos del día". Aparte, añade que durante el sueño "se observa en el cerebro una actividad oscilatoria similar a la que existe en períodos de creatividad".
3. Cuando recién despertamos. En ese momento, el cerebro está desorganizado y abierto a ideas no convencionales. En un estudio publicado el año pasado en la revista Thinking & Reasoning, los investigadores vieron que un grupo de estudiantes universitarios resolvía mejor una serie de acertijos a la mañana, cuando se sentían más dormidos y menos productivos. La dificultad para enfocarse era, justamente, la clave. "Es un estudio interesante, que sugiere que los tiempos no óptimos -como cuando estamos más dormidos- reducirían el control inhibitorio cerebral, permitiendo que surja la creatividad", indica Manes.
4. Después de la siesta. La psicóloga Sara Mednick, profesora de la Universidad de California, sostiene por medio de investigaciones que la siesta es un recurso valioso para potenciar la creatividad. "Los principales inventores y artistas dormían siesta. El sueño ayuda a combinar las ideas de forma novedosa", asegura.
5. En vacaciones. Se trata de un período apropiado justamente porque "el cerebro necesita estar fuera de actividad para que aparezcan nuevas ideas", declara Manes.
"Llevar adelante actividades que nos entusiasmen, dedicarles tiempo y disfrutarlas puede potenciar nuestra creatividad", asegura el doctor Ezequiel Gleichgerrcht, investigador en neurociencias cognitivas de Ineco. "Para que se produzcan ideas originales, hace falta involucrarse en el tema. No es que surgen de la nada", agrega la licenciada Aranguren.
A su vez, es necesario saber distraerse a tiempo y no enfrascarse en un problema.
"Cuando estamos concentrados en encontrar una idea o una solución novedosa, no estamos permitiendo que trabajen en forma intensa las áreas que hacen nuevas asociaciones en el cerebro", concluye Manes..

jueves, 30 de agosto de 2012

MEMORIAS DE UN WIN DERECHO - Roberto Fontanarrosa

Y aquí estoy. Como siempre. Bien tirado contra la raya. Abriendo la cancha. Y eso no me enseño nadie. Son cosas que uno ya sabe solo. Y meter centros o ponerle al arco como venga. Para eso son wines. No me vengan con eso de wing “ventilador” o wing “mentiroso” o las pelotas. Arriba y contra la raya.
Abriendo la cancha para que no se amontonen los forwards en el medio. Nada de andar bajando a ayudar al marcador de punta ni nada de eso. Si el marcador de punta no puede con el wing de él... ¿para qué m... juega de marcador de punta? Lo que pasa es que ahora cualquier mocoso le sale con esas teorías nuevas y nuevas formas de juego o te viene con la “holandesa” o la brasileña y otras estupideces.
¡Por favor! El fútbol es uno solo y a mí no me saca de la formación clásica: el arquero bien parado en la raya y atento. Por ahí escucho decir que Gatti juega por toda el área o sale hasta el medio de la cancha... Y bueno, así le va. Yo al arquero lo quiero paradito en su arco y nada más. Para eso es arquero. Después una línea de tres. Después otra de cinco. Y arriba que nos dejen a nosotros tres. Más de veinte años hace que jugamos así y nos hemos podrido de hacer goles. De a siete hacemos. Yo ya debo llevar como 6.800. Yo solo... ¡Después me dicen de Pelé! O arman tanto despelote porque Maradona hizo cien. Cien yo hago en una temporada. Y en verano, cuando los pibes se quedan en el club como hasta las dos de la matina, me atrevo a hacer cuarenta, cincuenta goles por semana. Cuarenta, cincuenta. Yo solo... Maradona... ¡Por favor! Y eso para no hablar del centrofoward nuestro. debe llevar más de 12.000 goles. por debajo de las patas... Y...¡el tipo está ahí!
donde deben estar los centrofoward. En la boca del arco. En el área chica. Pelota que recibe, ¡Pum! adentro. A cobrar. Y ojo, que el nueve de los de Boca no es maño tampoco. Es el mismo estilo que el nuestro. Siempre ahí: en la troya. Adonde están los japoneses. ¡Nos ha amargado más de un partido, eh! Yo no he visto los goles que nos ha hecho pero escucho los gritos y el ruido de la pelota adentro del arco.
Le da con un fierro el guacho. Pero, claro, tiene dos wines que son dos salames. Por ahí si jugara al lado mío él también habría hecho como 12.000 goles. ¡Si le habré servido goles al nueve! ¡Si le habré servido goles! Me acuerdo el día del debut. Le estoy hablando de hace 25 años, 25 años, un cuarto de siglo. Sacaron la lona que cubría la cancha y le juro que nos escegueció la luz. Un solazo bárbaro. Yo casi no podía ver por el resplandor en las camisetas, especialmente en las nuestras. Claro, por el blanco. Las bandas rojas parecían fuego. No como ahora, que está saltando todo el esmalte y se ve el plomo. O el piso, del verde ya no queda casi nada. ¡Cómo está ésta cancha! ¡Qué lástima! Qué poco cuidada está. Pero bueno, ese día fue algo inolvidable. Era domingo al mediodía y se ve que los muchachos estaban alborotados porque esa tarde jugaban River y Boca en el Monumental y ellos se habían reunido en el club para irse todos juntos en el camión para el partido. ¡Huy, lo que era ese día! Y claro, llegaron ahí y se encontraron con que la Comisión Directiva había comprado el metegol.
Yo había escuchado desde abajo de la lona que pensaban inaugurarlo esa noche cuando los socios se juntaban en la sede social a comentar los partidos o tomarse un fernet antes de cenar. Pero... ¡qué!... apenas los muchachos vieron el metegol al lado de la cancha de básquet ni siquiera se molestaron en meterlo adentro.
¡Además, esto es pesado, eh! No sé cuántos kilos debe pesar esto, pero es pesado. Puro fierro, de las cosas que se hacían antes. Bueno, ahí nomás lo destaparon y se armó el partido. Yo calculo, calculo, que había de haber entre 20 y 25 años personal viendo el partido. ¡No menos, eh! No menos. Una multitud. Y había apuestas y todo. Le digo que calculo que había esa gente porque yo ni miré para arriba, le juro, no me atrevía a levantar la vista del cagazo que tenía. Le juro. Uno escuchaba bramar esa tribuna y temblaba.
¡Qué cosa inolvidable! Nosotros, los tres de adelante, tuvimos suerte porque el tipo que nos manejaba se ve que sabía. Yo apenas sentí que se movía, dije: “Hoy vamos a andar bien”. porque también es importante el tipo que a uno le toque para manejarlo. Usted podrá tener condiciones, es más, podrá ser un fenómeno, pero si el que está afuera es un queso, va muerto. Y yo le digo, ahora, con experiencia, yo apenas noto cómo el tipo me mueve ya me doy cuenta si conoce o no. Es una cuestión de experiencia , nada más. No es que uno sea sabio. Escúcheme, usted ve un tipo cómo se para en la cancha y ya sabe cómo juega al fútbol. No tiene necesidad ni de verlo correr. ¡Por favor! Pero ese día se ve que el tipo conocía. No era ni improvisado ni uno que agarra la manija porque está aburrido y para matar el tiempo se juega un metegol. De esos que usted trata de ayudarlos, de darles una mano pero al final el que queda como un patadura es usted. Cuando el culpable es el que tiene la manija. Y usted los escucha gritar: “¡Qué tronco es el siete ese! ¡Qué animal el wing!”. Hay que aguantar cada cosa. ¡Por favor! Pero ese día no. Ese día tuve suerte, lo que es importante en un debut. Y más en un River-Boca. Usted sabe bien cómo son estos partidos. Un clásico es un clásico, digan lo que digan ahora yo ya tengo como 30.000 clásicos jugados y así y todo, le digo, todavía cuando escucho el pique de la primera pelota en la mitad de la cancha me pongo nervioso. Parece mentira. Es que son partidos muy parejos. Somos equipos que nos conocemos mucho. Pero aquél día tuvimos suerte, por lo menos los de adelante. De la mitad de la cancha para adelante la rompimos, la hacíamos de trapo. “Tachola”, me acuerdo que se llamaba el que tenía la manija. Me acuerdo porque le gritaban permanentemente y además porque durante cuatro años vuelta a vuelta venía al club y jugaba. ¡Cómo sabía ese tipo! Lo arruinó la bebida. Cuando llegaba en pedo yo me daba cuenta porque nos hacía hacer molinetes y cada cagada que ni le cuento. Un día me hizo hacer un molinete y yo cacé un chute que la pelota saltó del metegol e hizo sonar un vaso. Me quería hacer pagar a mí el desgraciado. Pero cuando estaba sobrio era un león. Y ese día la gasté. En la defensa no andábamos tan bien porque el que manajaba a los tres era un salame. Un paspado. Pero con los de adelante bastaba.
No hay mejor defensa que un buen ataque, mi amigo, eso lo sabe cualquiera. ¡Por favor! Ahora se meten todos abajo. Están locos. tres pepas hice ese día. Y las otras tres se las serví al nueve, al morochón. Y no tenía bigotes. Lo que pasa es que algún mocoso se los pintó con birome para que se pareciera a Luque. Un gol, me acuerdo, un gol, la bola rebotó en el corner y se me vino. Ibamos perdiendo uno a cero, porque ¡ojo! habíamos arrancado perdiendo, y la hinchada bramaba. La puse debajo de la suela y casi la astillo. La empecé a pisar y me la traje despacito para el medio. El nueve se fue para la izquierda y el once también, para abrirme un buco. Yo la masé y un par de veces amagué el puntazo, pero el fullback me tapaba el tiro y no veía ángulo para el taponazo. Le cuento que yo no le hago asco a patear y cuando veo luz le sacudo. A mí no me vengan con boludeces. Pero el rubio que me marcaba me tapaba bien. Entonces yo agarro y la engancho de nuevo para afuera, para mi lado, como para meterle un derechazo cruzado, al segundo palo, a la ratonera. ¡Si habré hecho goles así! Y cuando el rubio me sigue para taparme y el arquero cubre el primer palo, de revés nomás, cortita, la toco para el medio. Y el nueve, sin pararla ché, le puso semejante quema que abolló la chapa del fondo del arco. ¡Qué golazo! ¡Lo que fue eso! Yo lo había escuchado al negro, lo había escuchado. Cuando yo me abrí para la derecha y ví que la defensa se venía conmigo. Y lo escuché al Negro, lo había escuchado. Cuando yo me abrí para la derecha ví que la defensa se venía conmigo. Y lo escuché al Negro que me grita: “¡Ah!”. Y se la toqué. Lo mató al Negro. Lo mató. La hacemos siempre a ésa. Diga que ya nos conocen. ¡Qué partido fue ése! Y para esta noche tenemos uno lindo. Si es que vienen los muchachos. Porque los escuché decir que iban a las maquinitas. Siempre hablan de las maquinitas. Vaya a saber qué es eso. Acá una vez al club trajeron una. Yo siempre escuchaba unos ruidos raros, unas cosas como “pluic” “plinc” , “clun” y unas sacudidas. Unas luces. Pero después no lo sentí más. Dicen que se le jodió algo adentro a la máquina, algún fusible y nunca hay guita para comprarlo. Son máquinas delicadas. De ésas que hacen los yanquis. Por eso los muchachos siempre vuelven. Porque el fútbol es el fútbol. Esa es la única verdad. ¡Qué me vienen con esas cosas! Son modas que se ponen de moda y después pasan. El fútbol es el fútbol, viejo. El fútbol. La única verdad.
¡Por favor!

EL HINCHA – Eduardo Galeano

Cuento del libro “El fútbol a sol y sombra” – Eduardo Galeano 

Una vez por semana, el hincha huye de su casa y asiste al estadio. 
Flamean las banderas, suenan las matracas, los cohetes, los tambores, llueven las serpientes y el papel picado; la ciudad desaparece, la rutina se olvida, sólo existe el templo. 
En este espacio sagrado, la única religión que no tiene ateos exhibe a sus divinidades. Aunque el hincha puede contemplar el milagro, más cómodamente, 
en la pantalla de la tele, prefiere emprender la peregrinación hacia este lugar donde puede ver en carne y hueso a sus ángeles, batiéndose a duelo contra los demonios de turno. 
Aquí, el hincha agita el pañuelo, traga saliva, glup, traga veneno, se come la gorra, susurra plegarias y maldiciones y de pronto se rompe la garganta en una ovación y salta como pulga abrazando al desconocido que grita el gol a su lado. Mientras dura la misa pagana, el hincha es muchos. Con miles de devotos comparte la 
certeza de que somos los mejores, todos los árbitros están vendidos, todos los rivales son tramposos. 
Rara vez el hincha dice: «hoy juega mi club». Más bien dice: «Hoy jugamos nosotros». Bien sabe este jugador número doce que es él quien sopla los vientos de fervor que empujan la pelota cuando ella se duerme, como bien 
saben los otros once jugadores que jugar sin hinchada es como bailar sin música. 
Cuando el partido concluye, el hincha, que no se ha movido de la tribuna, celebra su victoria; qué goleada les hicimos, qué paliza les dimos, o llora su derrota; otra vez nos estafaron, juez ladrón. Y entonces el sol se va y el hincha se va. Caen las sombras sobre el estadio que se vacía. En las gradas de cemento arden, aquí y allá, algunas hogueras de fuego fugaz, mientras se van apagando las luces y las voces. El estadio se queda solo y también el hincha regresa a su soledad, yo que ha sido nosotros: el hincha se aleja, se dispersa, se pierde, y el domingo es melancólico como un miércoles de cenizas después de la muerte del carnaval. 

MADRE HAY UNA SOLA - Rodolfo Braceli

Cuento del libro “De fútbol somos” de Rodolfo Braceli 

– ¿Te vas? 
– Sí. Me voy. 
– Pero volvés enseguida. 
– Vuelvo a la noche. 
– A tu madre la vamos a enterrar a las tres y media. 
– No importa, papá. Yo me voy al partido. 
– ¡Pedazo de hijo de puta! 
– No la insultés a la vieja, papá. Además murió hace diez horas. 
– ¿Tengo que felicitarte por lo que vas a hacer? Pero carajo: ¡por ir al partido dejarás de ir al entierro de tu madre! 
– Para que lo sepás: ayer, en ese ratito en el que recuperó el conocimiento, yo le alcancé a preguntar qué hacía si se me llegaba a juntar su entierro con la final del domingo. Y ella me dijo Vos te vas al partido. 
– ¿Y vas a ir nomás al partido? 
- Seguro, papá. Fue su último deseo. 

lunes, 27 de agosto de 2012

LA BALADA DEL ALAMO CAROLINA - Haroldo Conti

A mi madre, doña Petrolina Lombardi de Conti, y a la ciudad de Chacabuco, mi pueblo. 

Ciruelo de mi , si no volviese yo, la primavera siempre volverá. 
Tú, florece. (Anónimo japonés) 

 piensa que los días de un árbol son todos iguales. Sobre todo si es un árbol viejo. No. Un  de un viejo árbol es un día del mundo. 
Este álamo Carolina nació aquí mismo, exactamente, aun que el álamo Carolina, por lo que se sabe, viene mediante estaca y éste creció solo, asomó un día sobre esta tierra entre los pastos duros que la cubren como una pelambre, un pastito más, un miserable pastito expuesto a los vientos y al sol y a los bichos. 
Y él creyó, por un tiempo, que no iba a ser más que eso hasta que un día notó que sobrepasaba los pastos y cuando el sol vino más fuerte y templó la tierra se hinchó por dentro y se puso rígido y sentía una gran atracción por las alturas, por trepar en dirección al cielo, y hasta sintió que había dentro de él como un camino, aunque todavía no supiese lo que era eso, lo supo recién al año siguiente cuando los pastos quedaron todavía más abajo y detrás de los pastos vio un alambrado y detrás del alambrado vio el camino, que es una especie de árbol recostado sobre la tierra con una rama aquí y otra allá, igual de secas y rugosas en el invierno y que florecen en las puntas para el verano, pues todas rematan en un mechoncito de árboles verdaderos. 
Por ahí andan los hombres y el loco viento empujando nubes de polvo. Tam bién ya sabía para entonces lo que era una rama porque, después de las lluvias de agosto, sintió que su cuerpo se hinchaba en efecto aquí y allá y una parte de él se quedó ahí, no siguió más arriba, torció a un lado y creció sobre la tierra de costado igual que el camino.
Ahora es un viejo álamo Carolina porque han pasado doce veranos, por lo menos, si no lleva mal la cuenta. Ahora crece más despacio, casi no crece. En primavera echa las hojas en el mismo sitio que estuvieron el otro verano y por arriba brotan unas crestitas de un verde más encarnado que al caer el sol se encienden como por dentro, pero él ahora no pretende más que eso, esa dulce luz del verano que lo recubre como un velo. Y dentro de esa luz está él, el viejo álamo, todo recuerdo. De alguna manera ya estaba así hace doce veranos cuando asomó sobre la tierra y crecer no fue nada más que como pensarse. Sólo que ahora recuerda todo eso, se piensa para atrás, y no nace otro árbol. En eso consiste la vejez. Verde memoria.

Los encuentros de un caracol aventurero - Federico García Lorca

A Ramón P. Roda.
Hay dulzura infantil
en la mañana quieta.
Los árboles extienden
sus brazos a la tierra.
Un vaho tembloroso
cubre las sementeras,
y las arañas tienden
sus caminos de seda
-rayas al cristal limpio
del aire-.
En la alameda
un manantial recita
su canto entre las hierbas.
Y el caracol, pacífico
burgués de la vereda,
ignorado y humilde,
el paisaje contempla.
La divina quietud
de la Naturaleza
le dio valor y fe,
y olvidando las penas
de su hogar, deseó
ver el fin de la senda.

Echó a andar e internose
en un bosque de yedras
y de ortigas. En medio
había dos ranas viejas
que tomaban el sol,
aburridas y enfermas.

"Esos cantos modernos
-murmuraba una de ellas-
son inútiles". "Todos,
amiga -le contesta
la otra rana, que estaba
herida y casi ciega-.
Cuando joven creía
que si al fin Dios oyera
nuestro canto, tendría
compasión. Y mi ciencia,
pues ya he vivido mucho,
hace que no lo crea.
Yo ya no canto más..."

Las dos ranas se quejan
pidiendo una limosna
a una ranita nueva
que pasa presumida
apartando las hierbas.

Ante el bosque sombrío
el caracol se aterra.
Quiere gritar. No puede.
Las ranas se le acercan.

Las doce a Bragado - Haroldo Conti


Bien, ahora mismo, desde este invierno que empapa el pavimento y las paredes y las ropas y el alma, si tenemos, lo que sea, esa finita tristeza que se enrosca por dentro como una madreselva y en días así, justo, asoma sus floridas puntas por las orejas y la nariz y los ojos, en días así, digo, cierro los ojos y veo ese largo camino polvoriento del verano que se extiende hasta el horizonte como un río seco bajo el sol. Es el camino de tierra entre Chacabuco y Bragado, ese mismo semejante a una áspera corteza de árbol viejo con tantos y tantos surcos, el almacén de don Luis Stéfano en una esquina de acacias hasta el año 33 y después para siempre en la memoria, y la de Iglesias a la derecha, más adelante, ya por el camino de Sastre, después esa loma que trepa brevemente hacia el cielo y después el puente sobre el río Salado, que es el mismo límite entre los dos partidos, según dicen los carteles de chapa en una y otra punta, y uno imagina que hay en el aire una línea invisible y que el aire es sutilmente distinto a cada lado de esa línea. Y ahora, es lo que veo desde este húmedo y triste invierno, el tío Agustín aparece saliendo de la curva, un poco antes del almacén de Iglesias, a la altura del mojón de hierro fundido que casi tapan los pastos, del lado de Chacabuco todavía. Viene corriendo con sus largas piernas huesudas perseguido por una nubecita de polvo y un perro escuálido que ladra a sus zapatillas de badana.
La gente del almacén lo aplaude hasta que trepa a la loma y se pierde tras ella, plaf, plaf, el tío Agustín, y el viejo Iglesias le grita a sus espaldas: "¡Dale, flaco!". Porque el tío es puro hueso, y una llama bien encendida que alumbra por debajo de su piel. Los ladridos del perro se sofocan detrás de la loma y el tío debe estar cruzando el puente. Hace seis horas que largó punteando desde la plaza San Martín, en Chacabuco, frente a la iglesia de San Isidro Labrador. Hoy es justamente la festividad de San Isidro, 15 de mayo, y se corre la Vuelta del Salado o La Fondo de las 12, es decir, La Carrera de Fondo de las 12 leguas a Bragado. El tío estuvo haciendo trote en la largada una hora antes de la partida. Tenía puesta una camiseta de frisa con el número 14 pintado en la espalda y unos pantaloncitos negros y las zapatillas de badana y cuando el viejo Pelice disparó la bomba de estruendo el tío pegó un tremendo salto y un grito y salió a los trancos, plaf, plaf, plaf, perseguido en la mañana neblinosa por una hilera de hombres semidesnudos, entre ellos el loco Garbarino que no pasaba del cementerio y se cansaba tanto de agitar los brazos y saludar hasta a los perros, dio una vuelta a la plaza y cuando comenzaba a encendérsele aquella blanca llama enfiló por la Avenida Alsina, pasó punteando frente al bar japonés y rumbeó serenamente hacia las quintas. El tío corre con la huesuda cabeza echada hacia atrás como un pájaro y a medida que entra en combustión sus trancos son más largos y más altos.
La gente resbala como una mancha oscura por el costado de sus ojos y, después del hospital municipal, se corta, se disuelve y cuando no hay más gente y sólo queda por delante el camino pelado, el campo húmedo y la mañana olorosa, la llama le brota por los ojos y corre todavía más fuerte, más liviano. Los pasos de badana resuenan suavemente cuando golpean sobre las tablas del puente y cuando el tío se embala por la pendiente de la loma, al otro lado, ya en el partido de Bragado, la llama le brota a chorros a través de la piel, los ojos se le borran con tanto brillo y corre, corre locamente bebiendo el aire perfumado de la mañana, los campos verdes inundados de esa blanda luz de mayo, loco caballo desbocado, loco. En tres horas más, a ese paso, puede estar en Bragado, por lo menos en la laguna, pero un poco antes de Warnes, cuando ya asoman los palos del alumbrado entre los altos y oscuros árboles de la entrada, esto es antes de las vías del ferrocarril Sarmiento, tuerce el tío hacia la izquierda y se lanza sin cambiar la marcha por el estrecho camino que bordea el monte de eucaliptos del campo de Cirigliano cuyos negros árboles saltan desde hace un rato en el hueco encendido de sus ojos. El tío es ahora el tibio camino de tierra cruzado por frescas sombras que atraviesan sus largas piernas. Corre y corre saltando las sombras húmedas, blandos terrones de tierra, solo y alado, sobre este recuerdo, sobre puntos y líneas, sobre el raído invierno de mi tristeza, sobre años y tiempos, siempre volante, eterno, perenne corredor de las 12 a Bragado, el bravo tío Agustín empujando su intensa llama por aquel solitario camino recruzado por espantados cuises y liebres y pájaros que arrancan veloces un poco antes de sus pasos. Salta un alambrado y sigue la carrera a campo traviesa, llama y llama, fuego y fuego. Sólo una vez llegó hasta el Bragado porque el tano Cersósimo, esto es, el Gringo del Pito como se lo conocía por aquellos años, lo siguió con un sulky y cuando se quería desviar le cerraba el paso y lo golpeaba con el látigo y llegó con dos leguas de ventaja sobre el Chino Motta, nada menos, pero cuando la gente lo aclamaba ya y el intendente se paró en el palco con un banderín en la mano no lo pudieron atajar porque saltó sobre la meta con un grito profundo y siguió de carrera hacia 25 de Mayo, muy campeón, el grandes piernas de acero de mi tío, el formidable tío Agustín. Eso fue en el 32, que batió todos los récords, aunque a él no le importaba eso sino tan sólo correr y correr. 

EL MARICA - Abelardo Castillo


Escucháme, César: yo no sé por dónde andarás ahora, pero cómo me gustaría que leyeras esto. Sí. Porque hay cosas, palabras, que uno lleva mordidas adentro, y las lleva toda la vida. Pero una noche siente que debe escribirlas, decírselas a alguien porque si no las dice van a seguir ahí, doliendo, clavadas para siempre en la vergüenza. Y entonces yo siento que tengo que decírtelo. Escucháme.

Vos eras raro. Uno de esos pibes que no pueden orinar si hay otro en el baño. En la laguna, me acuerdo, nunca te desnudabas delante de nosotros. A ellos les daba risa, y a mí también, claro; pero yo decía que te dejaran, que cada uno es como es. Y vos eras raro. Cuando entraste a primer año, venías de un colegio de curas; San Pedro debió de parecerte, no sé, algo así como Brobdignac. No te gustaba trepar a los árboles, ni romper faroles a cascotazos, ni correr carreras hacia abajo entre los matorrales de la barranca. Ya no recuerdo como fue. Cuando uno es chico, encuentra cualquier motivo para querer a la gente. Sólo recuerdo que de pronto éramos amigos y que siempre andábamos juntos. Una mañana hasta me llevaste a misa. Al pasar frente al café, el colorado Martínez, dijo con voz de flauta: “adiós los novios”. A vos se te puso la cara como fuego. Y yo me di vuelta, puteándolo, y le pegué tan tremendo sopapo, de revés, en los dientes, que me lastimé la mano. Después, vos me la querías vendar. Me mirabas.

—Te lastimaste por mí, Abelardo.

Cuando hablaste sentí frío en la espalda: yo tenía mi mano entre las tuyas y tus manos eran blancas, delgadas. No sé. Demasiado blancas, demasiado delgadas.

—Soltame —dije.

A lo mejor no eran tus manos, a lo mejor era todo: tus manos y tus gestos y tu manera de moverte, de hablar. Yo ahora pienso que antes también lo entendía, y alguna vez lo dije: dije que todo eso no significaba nada, que son cuestiones de educación, de andar siempre entre mujeres, entre curas. Pero ellos se reían y uno también, César, acaba riéndose. Acaba por reírse de macho que es.

Y pasa el tiempo y una noche cualquiera es necesario recordar, decirlo todo.

Fuimos inseparables. Hasta el día en que pasó aquello yo te quise de verdad. Oscura e inexplicablemente como quieren los que todavía están limpios. Me gustaba ayudarte. A la salida del colegio íbamos a tu casa y yo te enseñaba las cosas que no comprendías. Hablábamos. Entonces era fácil contarte, escuchar todo lo que a los otros se les calla. A veces me mirabas con una especie de perplejidad, con una mirada rara; la misma mirada, acaso, con la que yo no me atrevía a mirarte. Una tarde me dijiste:

—Sabés, te admiro.

No pude aguantar tus ojos; mirabas de frente, como los chicos y decías las cosas del mismo modo. Eso era.

—Es un marica.

—Déjense de macanas. Qué va a ser marica.

—Por algo lo cuidás tanto…

El amor en los tiempos del cólera - Gabriel García Márquez

"(...) El día que Florentino Ariza vio a Fermina Daza en el atrio de la catedral, encinta de seis meses y con pleno dominio de su nueva condición de mujer de mundo, tomó la determinación feroz de ganar nombre y fortuna para merecerla. Ni siquiera se puso a pensar en el inconveniente de que fuera casada, porque al mismo tiempo decidió, como si dependiera de él, que el doctor Juvenal Urbino tenía que morir. No sabía ni cuándo ni cómo, pero se lo planteó como un acontecimiento ineluctable, que estaba resuelto a esperar sin prisas ni arrebatos, así fuera hasta el fin de los siglos." 

Este es un pequeño fragmento de uno de los libros más hermosos y más tiernos de Gabriel García Márquez: "El amor en los tiempos del cólera". Es una historia de amor que atraviesa más de sesenta años para concretarse. Inolvidable!!!

Límites - Jorge Luis Borges

De estas calles que ahondan el poniente, 
una habrá (no sé cuál) que he recorrido 
ya por última vez, indiferente 
y sin adivinarlo, sometido 

a quién prefiera omnipotentes normas 
y una secreta y rígida medida 
a las sombras, los sueños y las formas 
que destejen y tejen esta vida. 

Si para todo hay término y hay tasa 
y última vez y nunca más y olvido 
¿quién nos dirá de quién, en esta casa, 
sin saberlo, nos hemos despedido? 


Tras el cristal ya gris la noche cesa 
y del alto de libros que una trunca 
sombra dilatada por la vaga mesa, 
alguno habrá que no leeremos nunca. 

Hay en el sur más de un portón gastado 
con sus jarrones de mampostería 
y tunas, que a mi paso está vedado 
como si fuera una litografía. 

Para siempre cerraste alguna puerta 
y hay un espejo que se aguarda en vano; 
la encrucijada te parece abierta 
y la vigila, cuadrifronte, Jano. 

Hay, entre todas tus memorias, una 
que se ha perdido irreparablemente; 
no te verán bajar a aquella fuente 
ni el blanco sol ni la amarilla luna. 

No volverá tu voz a lo que el persa 
dijo en su lengua de aves y de rosas, 
cuando el ocaso, ante la luz dispersa, 
quieras decir inolvidables cosas. 

¿Y el incesante Ródano y el lago, 
todo ese ayer sobre el cual hoy me inclino? 
Tan perdido estará como Cartago 
que con fuego y con sal borró el latino. 

Creo en el alba oír un atareado 
rumor de multitudes que se alejan; 
son los que me han querido y olvidado; 
espacio y tiempo y Borges ya me dejan. 

domingo, 26 de agosto de 2012

Nessun Dorma (de la ópera "Turandot" de G. Puccini)



Seguramente muchos identificarán la música de este fragmento de la ópera “Turandot” de Puccini (que se conoce con el nombre: "Nessun Dorma"-que nadie duerma-), porque ha sido muy utilizado en distintas publicidades. Aquí van algunos datos como para saber algo más de esta memorable creación lírica. Disfruten!!!

Algo sobre Puccini...
El 25 de abril de 1926 ha quedado como una de las fechas más señaladas de la historia de la ópera del siglo XX. La función de aquella noche en el Teatro de la Scala de Milán, el templo de los templos del arte lírico, tuvo sin duda un significado muy especial para quienes asistieron a ella, porque se estrenaba la última ópera -póstuma, además- de uno de los más queridos y admirados compositores de la época: Giacomo Puccini. El autor había muerto apenas un año y medio antes -el 29 de noviembre de 1924-, y su última herencia artística subía por fin al escenario, después de que el compositor Franco Alfano hubiera completado la inconclusa partitura que había dejado.
Argumento de la ópera “Turandot”
«Turandot» se desarrolla en Pekín, en la China Imperial. Allí reina el terror porque Turandot, la hija del Emperador Altoum, ha decidido que sólo se casará con aquel Príncipe que consiga resolver los tres enigmas que ella le proponga. En caso contrario, la pena para el pretendiente es la muerte, y ya son varios los Príncipes que han dejado la vida a los pies de la Princesa. En ese Pekín aparece Timur, un anciano rey tártaro depuesto, a quien acompaña su joven y fiel esclava Liu. Allí se encuentran con Calaf, hijo de Timur, a quien su padre creía muerto, y por quien Liu siente un secreto amor. Los tres ocultan su identidad. Al ver a Turandot, despierta en Calaf una repentina pasión y decide optar a su mano; tratan de persuadirle Timur, Liu y los tres cortesanos -Ping, Pang y Pong-, pero es en vano. Sometido a la prueba de la Princesa, Calaf resuelve los tres enigmas en medio de una gran algarabía popular. Pero Turandot, vencida, no quiere cumplir su promesa, a pesar de la insistencia de su padre. Calaf, entonces, le ofrece una alternativa. Si antes del amanecer ella consigue saber su nombre, él morirá. Si no, se casarán. Turandot ordena que nadie duerma en Pekín esa noche (“Nessun dorma”) y que toda la ciudad intente descubrir el nombre. Liu es llevada ante Turandot y, temiendo revelar el nombre de Calaf bajo tortura, se clava un puñal. Horrorizado, el Príncipe reprocha a Turandot su crueldad y luego la besa apasionadamente. El beso deshace el hielo que envuelve a la Princesa, y se da cuenta de que está enamorada de Calaf, con quien, finalmente, accede a casarse.

MACORINA - Chavela Vargas (sacerdotiza de sangre y tequila)


El llanto - MARIO BENEDETTI


El llanto es una forma de estar vivo
cuando lloro me habita el sentimiento
se que puedo morir en el intento
pero esta vez no quedaré cautivo.


El llanto nunca es algo decisivo
ya que las lágrimas las seca el viento
se recupera de a poco el aliento
y uno queda de nuevo pensativo.


Llorar es un escándalo del alma
que de esa forma dice lo que anhela
puede ser más coraje y menos calma.


Cada sollozo tiene sus matices
y aunque sufra el amor y aunque nos duela
con el llanto uno riega sus raíces.

Che 1997 - MARIO BENEDETTI

Lo han cubierto de afiches / de pancartas
de voces en los muros
de agravios retroactivos
de honores a destiempo.

Lo han transformado en pieza de consumo
de memoria trivial
en ayer sin retorno
en rabia embalsamada

Han decidido usarlo como epílogo
como última thule de la inocencia vana
como añejo arquetipo de santo o satanás.

Y quizás han resuelto que la única forma
de desprenderse de él
o dejarlo al garete
es vaciarlo de lumbre
convertirlo en un héroe
de mármol o yeso
y por lo tanto inmóvil
mejor como mito
silueta o fantasma
del pasado pisado.

Sin embargo los ojos incerrables del "Che"
miran como si no pudieran no mirar
asombrados tal vez de que el mundo no entienda
que treinta años después sigue bregando
dulce y tenaz por la dicha del hombre.

Desde los afectos - Mario Benedetti

Cómo hacerle saber que siempre hay tiempo,
que uno sólo debe buscarlo y desearlo,
que nadie establece normas, salvo la vida,
que la vida sin ciertas normas pierde forma,
que la forma no se pierde con abrirnos,
que abrirnos no es amar indiscriminadamente,
que no está prohibido amar, que también se puede odiar,
que el odio y el amor también son afectos,
que la agresión es porque se quiere mucho,
que los afectos nos definen,
que definirse no es remar contra la corriente,
que cuanto más fuerte es el trazo más se dibuja,
que buscar un equilibrio no significa ser tibio,
que negar palabras implica abrir distancias,
que encontrarse es muy hermoso,
que el sexo forma parte de lo hermoso de la vida,
que la vida parte del sexo.


¿Que el por qué de los niños tiene un por qué?
que el querer saber de alguien no es sólo curiosidad malsana,
que nunca está de más agradecer,

que la autodeterminación no es hacer las cosas solo,
que para no estar solo hay que dar, que para dar debimos recibir antes,
que para que nos den también hay que saber cómo pedir,
y saber pedir no es saber regalarse.

Que para que nos quieran debemos demostrar que somos,
que para que alguien sea, hay que saber ayudarlo,
que ayudar es saber apoyar y alentar,
que adular no es apoyar,
que adular es tan pernicioso como dar vuelta la cara,
que las cosas cara a cara son mas honestas,
que nadie es más honesto porque no roba,
que el que roba no es ladrón por placer,
que cuando no hay placer en las cosas que se hacen,
no se esta viviendo,
que para sentir la vida no hay que olvidarse que existe la muerte,
que con los oídos se escucha,
que cuesta ser sensible y no herirse,
que herirse no es desangrarse,
que para no ser heridos levantamos muros,
que casi todos somos albañiles de muros,
que sería mejor construir puentes,
que sobre ellos se va a la otra orilla y también se vuelve,
que volver no implica retroceder,
que retroceder también puede ser avanzar,
que no por mucho avanzar se amanece más cerca del sol…
cómo hacerte saber que nadie establece normas, sólo “la vida”.

sábado, 25 de agosto de 2012

Los dueños de las dudas - Eliahu Toker


En la vereda de enfrente,
están los dueños de la verdad escriturada,
los propietarios de la seguridad
del ignorante.
De este lado estamos nosotros,
los dueños de las dudas,
sentados en una larga mesa en llamas.
Somos
los que sabemos que no sabemos,
los que sabemos que no es luz la claridad,
que este permiso no es la libertad,
que este mendrugo no es el pan
y que no existe una sola realidad,
ni una única verdad.
Somos
hijos de los profetas,
pero también, hijos de aquellos
a quienes los profetas maldecían.
Somos
los que desafinan en los coros de solistas.
Somos
los que confían en la marcha de la historia,
sin darla por sobreentendida.
Escépticos y optimistas,
sentados en una larga mesa en llamas,
compartimos el pan de la duda,
de una duda activa

Eliahu Toker, poeta argentino fallecido en el 2010.

UNA GENIALIDAD DEL MAESTRO: Gabriel García Márquez


Hace un tiempo llegó a mis manos (vía regalo) un libro más de los tantos que, con inocultable placer, he leído del genial Gabriel García Márquez. El libro en cuestión se llama "Yo no vengo a decir un discurso" y contiene una serie de textos que "Gabo" reunió con la intención de leerlos él mismo en público, ante una audiencia. Recorren gran parte de su vida y son historias y reflexiones verdaderamente memorables.
El fragmento elegido para compartir pertenece al texto "Cómo comencé a escribir" y es grandioso no sólo por la claridad con la que logra dejar al descubierto la experiencia de la creación literaria, sino también por muchos otros disparadores que la propia historia contiene en relación al poder del rumor,en territorios ya no ficcionales, sino de la vida real y palpable. Aquí va, para disfrutarlo: 


Algo grave va a suceder en este pueblo…”

(…) lo más delicioso de la historia es concebirla, irla redondeando, dándole vueltas y revueltas, de manera que a la hora de sentarse a escribirla ya no le interesa a uno mucho, o al menos a mí no me interesa mucho; la idea que le da vueltas.
Les voy a contar, por ejemplo, la idea que está dando vueltas en la cabeza hace ya varios años y sospecho que la tengo ya bastante redonda. Se la cuento ahora, porque seguramente cuando la escriba, no sé cuándo, ustedes la van a encontrar completamente distinta y podrán observar en qué forma evolucionó.

Imagínense un pueblo pequeño donde hay una señora vieja que tiene dos hijos, uno de diecisiete y una hija menor de catorce. Está sirviéndoles el desayuno a sus hijos y se le advierte una expresión muy preocupada. Los hijos le preguntan qué le pasa y ella responde: “No sé, pero he amanecido con el pensamiento de que algo muy grave va a suceder en el pueblo”.
Ellos se ríen de ella, dicen que ésos son presentimientos de vieja, cosas que pasan. El hijo se va a jugar billar, y en el momento en que va a tirar una carambola sencillísima, el adversario le dice: “Te apuesto un peso a que no lo hacés”. Todos se ríen, él se ríe, tira la carambola y no la hace. Paga un peso y le pregunta: “¿Pero qué pasó, si era una carambola tan sencilla?”. Dice: “Es cierto, pero me ha quedado la preocupación de una cosa que me dijo mi mamá esta mañana sobre algo grave que va a suceder en este pueblo”. Todos se ríen de él y el que se ha ganado el peso regresa a su cada, donde está su mamá y una prima o una nieta o en fin, cualquier parienta. Feliz con su peso dice: “Le gané este peso a Dámaso en la forma más sencilla, porque es un tonto”. “¿Y por qué es un tonto?”. Dice: “Hombre, porque no pudo hacer una carambola sencillísima estorbado por la preocupación de que su mamá amaneció hoy con una idea de que algo muy grave va a suceder en este pueblo”.

viernes, 24 de agosto de 2012

GENTE - Hamlet Lima Quintana

Hay gente que con solo decir una palabra
Enciende la ilusión  y los rosales;
Que con solo sonreír entre  los ojos
Nos  invita a viajar por otras zonas,
Nos hace recorrer toda la magia.

Hay gente que con solo dar la mano
Rompe la soledad, pone la mesa,
Sirve el puchero, coloca las guirnaldas,
Que con solo empuñar una guitarra
Hace una sinfonía de entrecasa.

Hay gente que con solo abrir la boca
Llega a todos los límites del alma,
Alimenta una flor, inventa sueños,
Hace cantar el vino en las tinajas
Y se queda después,  como si nada.

Y uno se va de novio con la vida
Desterrando una muerte solitaria
Pues sabe que a la vuelta de la esquina
Hay gente que es así, tan necesaria.

martes, 21 de agosto de 2012

CANCIÓN DEL PARCHE Y DEL ABRIGO - Bertold Brecht


Cada vez que nuestro abrigo está raído
Vienen ustedes corriendo y nos dicen:
¡No es posible que sigan así!
¡Hay que ayudarlos, y por todos los medios!
Y llenos de ira se dirigen a los dueños
Mientras nosotros, congelándonos, esperamos,
Y ustedes regresan sonrientes y triunfantes
Nos muestran lo que acaban de conquistar para nosotros:
Un pequeño parche.
Bien, ese es el parche
¿Pero dónde está el abrigo?
Cada vez que gritamos por hambre
Vienen ustedes corriendo y nos dicen:
¡No es posible que sigan así!
¡Hay que ayudarlos, y por todos los medios!
Y llenos de ira se dirigen a los dueños
Mientras nosotros, congelándonos, esperamos,
Y ustedes regresan sonrientes y triunfantes
Nos muestran lo que acaban de conquistar para nosotros:
Alguna migaja
Bien esa es la migaja.
¿Pero dónde está el pan?
Necesitamos no sólo el parche
Sino también el abrigo.
Necesitamos no sólo la migaja
Sino también el pan.
Necesitamos no sólo el puesto de trabajo,
Sino toda la fábrica y el carbón
Y el mineral y el poder del Estado.
Bien, eso es lo que necesitamos.
¿Pero que nos ofrecen ustedes?


La noche de los feos (Cuento) - MARIO BENEDETTI



Ambos somos feos. Ni siquiera vulgarmente feos. Ella tiene un pómulo hundido. Desde los ocho años, cuando le hicieron la operación. Mi asquerosa marca junto a la boca viene de una quemadura feroz, ocurrida a comienzos de mi adolescencia.

Tampoco puede decirse que tengamos ojos tiernos, esa suerte de faros de justificación por los que a veces los horribles consiguen arrimarse a la belleza. No, de ningún modo. Tanto los de ella como los míos son ojos de resentimiento, que sólo reflejan la poca o ninguna resignación con que enfrentamos nuestro infortunio. Quizá eso nos haya unido. Tal vez unido no sea la palabra más apropiada. Me refiero al odio implacable que cada uno de nosotros siente por su propio rostro.

Nos conocimos a la entrada del cine, haciendo cola para ver en la pantalla a dos hermosos cualesquiera. Allí fue donde por primera vez nos examinamos sin simpatía pero con oscura solidaridad; allí fue donde registramos, ya desde la primera ojeada, nuestras respectivas soledades. En la cola todos estaban de a dos, pero además eran auténticas parejas: esposos, novios, amantes, abuelitos, vaya uno a saber. Todos -de la mano o del brazo- tenían a alguien. Sólo ella y yo teníamos las manos sueltas y crispadas.

LAS NUEVAS PALABRAS - Roberto Fontanarrosa


Desde que a las insignias las llaman “pins”, a los maricones “gays”, a las comidas frías “lunchs”, a los repartos de cine “casting”, Argentina ya no es la misma...
Ahora es mucho mas moderna...
Durante muchos años los argentinos estuvimos hablando en prosa sin saberlo...
Y de lo que todavía es peor, de lo atrasado que estábamos sin darnos cuenta...
Los chicos leían revistas en vez de “comics”, los jóvenes hacían asaltos en lugar de “parties”, los estudiantes pegaban carteles sin saber que eran “posters”, los empresarios hacían negocios en vez de
“business” y los obreros (tan ordinarios ellos) al mediodía le traían la vianda en lugar de usar “lunchera”...
Yo en la escuela hice muchas veces “aerobics” pero en mi ignorancia pensaba que estaba en clase de gimnasia...

No te enloquesá, Lalita! (Cuento) - ROBERTO FONTANARROSA

El más sorprendido fue Chalo cuando (no iban ni cinco minutos de empezado el partido) el Lalita se cruzó toda la cancha y le entró muy fuerte y abajo a Pascual, y Pascual, aún antes de caer pesadamente junto a la línea del área, le preguntó al Lalita por qué no se iba a la mierda. Pensándolo bien, recordaba luego Chalo (los brazos en jarra, algo alejado del quilombo) antes de empezar, había escuchado a los muchachos conversando mientras se cambiaban en el vestuario y Polenta le había dicho que, seguramente, Pascual y Lalita se iban a cagar a trompadas otra vez. Es más --rememoró Chalo, viendo como los muchachos trataban de separar a los calentones-- Salvador lo había cargado bastante a Pascual preguntándole si esa tarde lo iban a echar de nuevo por cagarse a trompadas con el Lalita.
    -- ¿Será posible? --pasó a su lado el ocho de ellos, buen jugador, callado--. Siempre lo mismo con estos dos infelices.
    -- Cosa de locos --dijo el Chalo, tocándolo en la panza, en gesto de amistad.
    -- ¡Aprendé a jugar al fútbol, boludo! --gritaba, ya de pie, Pascual, contenido a medias por Norberto.
    -- ¡Sí, seguro que vos me vas a enseñar, tarado! --respondió Lalita.
    -- ¿Ah no? ¿Ah no? ¿No te voy a enseñar yo? ¿No te voy a enseñar yo? Sabes comó te enseño, pelotudo!
    -- ¡Seguro! ¡Vos me vas a enseñar, forro! ¡Vos me vas a enseñar a jugar al fútbol!
    -- ¡Si en la perra vida jugaste al fútbol, sorete!
    -- ¡Vos me vas a enseñar, maricón!
    -- ¡Sos un  mal cagado!