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miércoles, 26 de septiembre de 2012

MIGUEL DELIBES - Hombre de palabras...



Soy como los árboles, crezco donde me plantan, hasta tal punto que si un día me alejaran de Castilla no acertaría a vivir.
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Quienes nos dedicamos a la narración, a construir historias de hombres, paisajes y pasiones de acuerdo con la fórmula que reiteradamente hemos puesto de manifiesto, respondemos mejor al título de hombres de palabras que al más convencional de hombres de letras.
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Debo confesar una limitación: siempre he escrito de oído, con la regla y el estilo de aquéllos a quienes previamente he escuchado para luego cederles la palabra.
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Don Miguel de Cervantes Saavedra no ha enmudecido, su palabra sigue viva a través del tiempo, de acuerdo con el anhelo de inmortalidad que mueve la mano y el corazón del artista.
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Si la vida siempre es breve, tratándose de un narrador, es decir de un creador de otras vidas, se abrevia todavía más, ya que éste antes que su personal aventura, se enajena para vivir las de sus personajes. 
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Pasé la vida disfrazándome de otros, imaginando, ingenuamente, que este juego de máscaras ampliaba mi existencia, facilitaba nuevos horizontes, hacía aquélla más rica y variada. Disfrazarse era el juego mágico del hombre, que se entregaba fruitivamente a la creación sin advertir cuanto de su propia sustancia se le iba en cada desdoblamiento. La vida, en realidad, no se ampliaba con los disfraces, antes al contrario, dejaba de vivirse, se convertía en una entelequia cuya única realidad era el cambio sucesivo de personajes.
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En el mundo de la literatura todo es relativo. Hay obras de viejos verdaderamente "admirables" y otras que "no" debieron escribirse nunca. Entonces antes que a conservar la cabeza muchos años a lo que debo aspirar ahora es a conservar la cabeza suficiente para darme cuenta de que estoy perdiendo la cabeza. Y en ese mismo instante frenar, detenerme al borde del abismo y no escribir una letra más.

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