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sábado, 15 de septiembre de 2012

36° ANIVERSARIO DE LA NOCHE DE LOS LÁPICES



A mediados de 1988 se sancionó la ley provincial N° 10.671. En ella se estableció al 16 de septiembre como el día de los Derechos de los Estudiantes Secundarios. Los autores del proyecto fueron los diputados Fernando Acedo, Marcelo Elías y Horacio Ravenna de la Unión Cívica Radical.
Los mismos habían presentado en sesiones anteriores un proyecto de declaración en que se instaba al gobierno nacional a tomar la iniciativa, lo cual no prosperó. En aquella oportunidad, había estallado un intenso debate en torno al sentido que debía tener la fecha. Los diputados peronistas consideraban que su significado más importante estaba asociado al golpe de Estado de 1955. En síntesis, desconfiaban de la propuesta radical desde su identidad de peronistas, en tanto la asociación del 16 de septiembre con un acontecimiento ocurrido durante la dictadura de alguna manera operaba “desperonizando” el calendario. Hacia 1988, si bien el radicalismo mantenía la presidencia de la Cámara, había perdido las elecciones de 1987 y la gobernación estaba en manos
de Antonio Cafiero desde hacía pocos meses. La disputa por la fecha entonces se inscribía en este nuevo escenario donde el peronismo estaba recuperando su hegemonía y el radicalismo padecía la paulatina pérdida de espacios de poder. Pero, además de esta disputa, luego zanjada  –pues los diputados peronistas finalmente la aprobaron con alguna modificación–, en los debates parlamentarios sobre la norma propuesta puede entreverse otra, que responde más a una clave generacional que partidaria. Los diputados radicales autores del proyecto de ley habían sido parte del movimiento de juventudes políticas de los ochenta, y en su retórica expresaban claramente este anclaje identitario. En sus discursos en el recinto plantearon una categórica reivindicación de los jóvenes que luchaban por el boleto estudiantil, al punto de hablar de “gesta heroica”. Precisamente este será uno de los tópicos discutidos por otros oradores que no eran “jóvenes” y que, si bien repudiaban lo ocurrido con los estudiantes secundarios aquel 16 de septiembre de 1976, no ponderaban especialmente su militancia. Algunos señalaron la necesidad de incluir en  el recuerdo también a “muchos otros nombres de dolor que esa guerra sucia ha dejado en las fuerzas armadas y en las de seguridad” (Legislatura bonaerense, Cámara de Diputados, Diario de sesiones, año 1988, p. 1161). Otros, de minimizar la relevancia histórica de lo realizado por estos jóvenes, sobre todo si la comparación se establecía con el golpe de 1955: “Pudo ser heroica la gesta de los jóvenes de esa noche trágica, pero sin dudas cambió los destinos de la República por mucho tiempo el 16 de septiembre de 1955” (Legislatura bonaerense, Cámara de Diputados, Diario de sesiones, año 1988, p. 1165). Es notable que ninguno de los peronistas que hablaron haya señalado la identidad política de los adolescentes de la  Noche de los Lápices, todos militantes de la  Unión de Estudiantes Secundarios, que se reivindicaba como una agrupación peronista. La condición juvenil emergía así como otro parte aguas, transversal, en las identidades políticas. Fernando Acedo lo expresó de forma explícita en la defensa de la iniciativa: “No está bajo ningún punto de vista en nuestro ánimo introducir elementos irritativos, porque atendiendo a la génesis de este proyecto surge virtualmente la unanimidad de las fuerzas juveniles que trabajamos en común, con muchos esfuerzos, con muchos sacrificios, en la época de la dictadura militar” (Cámara de Diputados, Diario de Sesiones, 1988, p. 1162). Probablemente esta sea la explicación de por qué desde el bloque radical surgiera un proyecto así, cuando tiempo atrás, por iniciativa del ejecutivo nacional y con el apoyo de la mayoría legislativa radical, se habían aprobado las llamadas leyes de Punto Final y Obediencia Debida.
Ambas fueron los instrumentos jurídicos a través de los cuales se intentaba clausurar el tratamiento judicial de las cuestiones vinculadas con las violaciones a los derechos humanos sucedidas durante la dictadura y dar por terminada la historia.
En definitiva, lo que expresaba aquel debate bastante virulento sobre una ley de apenas dos artículos era una disputa en torno al pasado que ponía en juego las identidades políticas, tanto para los radicales, como para –y sobre todo– los peronistas, ya que actualizaba, ahora en el terreno de la memoria, las confrontaciones entre los distintos sectores que habían tenido lugar pocos años antes.
El acuerdo sobrevino cuando lograron una redacción que dejaba tranquilos a todos: al texto original, donde se instituía al 16 de septiembre como Día del Estudiante Secundario, se agregó la referencia al año, es decir, se aclaró que se refería al de 1976, lo que condujo a una redacción equívoca en tanto limitaba la institucionalización del día a esa fecha particular, es decir, sería una ley con efecto retroactivo.
En 1996 surgía el proyecto de la diputada María Luisa Kugler, donde se propuso denominar los jardines del Ministerio de Obras Públicas como “Jardines de los derechos humanos”, en recordación de la acción de los estudiantes secundarios desaparecidos el 16 de septiembre de 1976.
Pocos meses después, la bancada de senadores del FREPASO presentó una nueva iniciativa proponiendo la modificación de la Ley 10.671, que instituye el Día de los Derechos del Estudiante
Secundario. Se sancionó en 1997 y lleva el número de Ley 12.030. Las diferencias no son sustanciales, lo destacable es que se corrigió el error de redacción de la anterior, producto del intenso debate que ya hemos expuesto aquí, quitándose el año a la fecha en que se instituye el día.
La indicación de ese dato se incorpora en el segundo artículo. Lo nuevo es el inciso c), donde se establece que la Dirección General de Escuelas deberá permitir a los centros de estudiantes realizar las actividades que consideren en relación con sus derechos como estudiantes secundarios
También ese año, el Ministerio de Educación de la Nación, a cargo de Susana Decibe, redactó una resolución incorporándolo al calendario escolar a nivel nacional.
Finalmente, en el año 2006, al cumplirse treinta años de la  Noche de los Lápices, un decreto presidencial de Néstor Kirchner lo instituyó como “Día Nacional de la Juventud”. Casi veinte años después, se cumplía el deseo de aquellos tres jóvenes diputados radicales que en el primer borrador de la ley instaban al gobierno nacional a tomar la misma iniciativa.

En “Los relatos de la Noche de los Lápices. Modos de narrar el pasado reciente” por Sandra Raggio
UNLP- Fahce -La Plata, Argentina. 2011

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