Realmente lo siento, pero no aspiro a
ser emperador. Eso no es para mí. No pretendo regentar, ni conquistar nada de
nada. Me gustaría ayudar en lo posible a cristianos y judíos, negros y blancos.
Todos tenemos el deseo de ayudarnos mutuamente. La gente civilizada es así.
Queremos vivir de nuestra dicha mutua...no de nuestra mutua desdicha. No
queremos despreciarnos y odiarnos mutuamente.
En este mundo hay sitio para todos. Y
la buena tierra es rica y puede garantizar la subsistencia de todos. El camino
de la vida puede ser libre y magnífico, pero hemos perdido ese camino. La
voracidad ha envenenado el alma de los hombres, ha rodeado el mundo con un
círculo de odio y nos ha hecho entrar marcando el paso de la oca en la miseria
y en la sangre. Hemos mejorado la velocidad pero somos esclavos de ella. La
mecanización que trae consigo la abundancia nos ha alejado del deseo. Nuestra
ciencia nos ha vuelto cínicos. Nuestra inteligencia duros y brutales. Pensamos
en exceso y no sentimos bastante. Tenemos más necesidad de espíritu humanitario
que de mecanización. Necesitamos más la amabilidad y la cortesía que la
inteligencia. Sin estas cualidades la vida solo puede ser violenta y todo
estará perdido. La aviación y la radio nos han acercado los unos a los otros.
La naturaleza misma de estos inventos requería la bondad del hombre y reclamaba
una fraternidad universal para la unión de todos.
En este momento mi voz llega a miles
de seres esparcidos por el mundo. A aquellos que puedan comprenderle les digo:
no desesperéis, la desgracia que ha caído sobre nosotros no es más que el
resultado de un apetito feroz, de la amargura de unos hombres que temen el
camino del progreso humano. El odio de los hombres pasará y los dictadores
perecerán, y el poder que han usurpado al pueblo volverá al pueblo. ¡Y mientras
existan hombres que sepan morir, la libertad no podrá perecer! Soldados, no os
entreguéis a esos brutos...hombres que os desprecian y os tratan como esclavos,
hombres que regimientan vuestras vidas, imponen vuestros actos, vuestros
pensamientos y vuestros sentimientos; que os amaestran, os hacen ayunar, os
tratan como ganado y ¡os utilizan como carne de cañón!. No os pongáis en manos
de esos hombres contra natura, de esos hombres-máquina con corazones de
máquina. ¡Vosotros no sois máquinas!¡Vosotros no sois ganado!¡Vosotros sois
hombres!¡Vosotros lleváis el amor de la humanidad en vuestros corazones! No
odiéis. Sólo los que no son amados odian. Los que no son amados y los
anormales....Soldados, ¡no combatáis por la esclavitud! Combatid por la
libertad.
En el capítulo 17 del evangelio según San Lucas está escrito: "El
reino de Dios está en el hombre mismo". No en un solo hombre, ni en un
grupo de hombres, ¡en todos los hombres! Y ¡vosotros! Vosotros, el pueblo
tenéis el poder para crear máquinas. El poder para crear la felicidad. Vosotros
el pueblo tenéis el poder para crear esa vida libre y espléndida...para hacer
de esa vida una radiante aventura. Entonces, en nombre de la democracia,
utilicemos ese poder... ¡unámonos todos! Luchemos por un nuevo mundo, un mundo
limpio que ofrezca a todos la posibilidad de trabajar, que de a la juventud un
porvenir y resguarde a los ancianos de la necesidad, prometiendo estas cosas
gente ambiciosa se ha hecho con el poder, pero ¡han mentido! No han mantenido
sus promesas, ¡ni las mantendrán jamás! Los dictadores se han liberado pero han
domesticado al pueblo. Combatamos ahora para que se cumpla esa promesa.
Combatamos por un mundo equilibrado...un mundo de ciencia en el que el Progreso
lleve a todos a la felicidad. ¡Soldados! en nombre de la democracia, ¡unámonos!
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